Con motivo de la traducción de la novela Senos y huevos de Mieko Kawakami que acabamos de editar en la colección La caja de laca, los traductores Fernando Cordobés y Yoko Ogihara hicieron una entrevista a la autora. Aquí la podéis leer:
Para empezar, nos gustaría que nos hablase de cómo empezó su carrera de escritora.
Al principio componía
música, escribía poesía, letras de canciones. Una persona que trabajaba en una
editorial, leyó algunos de los poemas que había publicado y me encargó una novela. Ese
fue el comienzo.
En Chichi to ran aparecen tres narradoras distintos, pero no
destaca ninguna por encima de otra,
como si las enfrentara en un mismo plano. ¿Tenía algún motivo concreto para
plantearlo así?
Era importante para mí
que cada cual describiera sus propias circunstancias, cada una de ellas a su
manera. Por esa razón mantienen el equilibrio, por eso cada una adopta el papel de narradora cuando
interviene.
No aparece un
sólo personaje masculino aparte del padre de Midoriko. ¿Por qué?
Mi intención era
escribir sobre la situación real de las mujeres sin recurrir al punto de vista de los
hombres, ni siquiera en el sentido de ejercer una crítica hacia ellos.
Hay una escena en
la que dos chicas discuten sobre las operaciones de pecho sin que al final lleguen
a ninguna conclusión. ¿Por qué esa resolución tan ambigua cuando el tema de la
novela gira precisamente en torno a lo que hay detrás de eso?
En esa escena lo más
importante no es la conclusión. Mi intención era poner en evidencia la inutilidad
de ese tipo de discusiones, lo estéril de sus planteamientos.
En la novela
aparece muchas imágenes que parecen tener una considerable carga simbólica.
No todas ellas tienen
una intención o un significado especial. Sí pensé, en cambio, que en conjunto podían
crear imágenes que cada lector interpretaría a su manera.
La novela
está escrita con un estilo arriesgado, con un lenguaje fragmentado en el que a veces
cuesta seguir a quien habla. ¿Por qué?
Lo más importante
era el ritmo. Reproducir en la medida de lo posible la cadencia de la lengua
hablada, las interrupciones, las inflexiones, la lógica a veces contradictoria
por la que a veces nos
guiamos.
En el diario
de Midoriko hay un fragmento en el que crítica abiertamente la enseñanza que
se da a las mujeres. ¿Es ‹‹su» crítica como mujer y como autora?
Sin duda.
El conflicto
generacional que plantea entre Midoriko y Makiko, es la evidencia de un problema
social más grande. ¿Cuál es la razón de que algo tan profundo que afecta a los
fundamentos mismos de la sociedad, lo trate sólo desde la perspectiva más cotidiana,
enfocado en un marco, digamos, tan pequeño?
En el fondo
comparto uno de los planteamientos del feminismo: ‹‹Algo individual es algo político».
No hacen falta grandes palabras para poner en evidencia la gravedad de los problemas a
los que nos enfrentamos. Ya se ven en la vida cotidiana.
Midoriko
asegura que las mujeres sólo lo son cuando tienen la regla, es decir como madres
potenciales. De nuevo, ¿es una crítica social, una reivindicación de otros roles
para las mujeres?
Obviamente.
En la
novela no aparece ninguno de los arquetipos de Japón a los que los occidentales
estamos tan acostumbrados. ¿Cree que en Occidente se llega a entender en
toda su dimensión la realidad de los japoneses?
No se trata sólo
del caso de Japón. Cuando se escribe sobre distintas realidades o se informa a
través de los medios, siempre se comenten simplificaciones, se produce una separación entre
la realidad misma y lo que se dice de ella. Creo que por eso es tan difícil de entender
en toda su complejidad. También hay diferencias culturales sustanciales, claro,
además de muchas formas diversas de
entender y vivir la vida. Ni siquiera para un japonés que vive aquí,
comprenderlo todo resulta fácil, obvio.
Para los
japoneses la cultura de la comida es fundamental y ocupa mucho espacio en su vida
cotidiana. ¿Por qué en la novela aparece sólo un restaurante chino de dudosa
calidad, comida preparada, una nevera casi vacía, huevos caducados?
El estilo de vida que
describe la novela no me parece que esté muy alejado de la vida real de la gente
nacida a partir de los años 70. Seguramente hay muchas personas que llevan una vida sana,
que preparan su propio konbu y katsuo (caldos a base de algas o pescado seco), pero los
jóvenes de hoy en día no. No tienen dinero ni tiempo para hacerlo.
En realidad, la mayor
parte viven muy alejados de esa cultura de la comida a la que se
refiere.
Fernando Cordobés (Lic. en Ciencias de la Información, colaborador habitual en prensa) y Yoko Ogihara (filóloga que inició
sus estudios en Japón para completarlos en la Autónoma de Madrid) vuelven a
sorprendernos con un excelente trabajo de traducción en Senos y Huevos de Mieko Kawakami, tal como lo han hecho
con las obras de Sôseki, Kenzaburo Ôe o Haruki Murakami, trabajando como
traductores para editoriales como Impedimenta, Tusquets o Alfaguara.
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